Me encanta mi país. Mi país es el único México que yo conocí hasta hace pocos meses. Es el México de las playas, la comida, las flores de colores, las anchas avenidas arboladas, los monumentos, casas señoriales y museos, las fiestas llenas de música y color y nuestro inmenso pasado. Toda mi vida había pensado que ese era el México real y único: un país lleno de color, vida y alegría. Ese era el que conocía y del que me alegraba y es el México que adoro.
Hasta hace pocos meses mi vida ocurría sólo ahí. Ahora he tenido la oportunidad de encontrarme con otras realidades. Realidades que son sumamente duras, marcadas por la pobreza; vivo en dos dimensiones: la mía, la del mundo mainstream donde las mayores preocupaciones son: el tráfico y no poder llegar al club a hacer ejercicio. En este mi mundo puedo darme el lujo de preocuparme por el ambiente y los derechos de los animales, de elegir qué comer para no estar gorda, de cortarme las venas con Pan Bimbo porque don fulano-de -tal no ha puesto un pie en el gimnasio y no me habla o frustrarme por no poder ir de vacaciones a Nueva York este verano. Sí, mi vida está llena de frivolidades: cafés de Starbucks, carreras dominicales y tweets. Dizque me deprimo porque fulano-de-tal apenas me saluda, porque no tengo plan para este fin de semana, porque nunca me pude ir de intercambio, porque sigo viviendo con mis papás, porque no puedo comprarme un Ipad o porque no soy Gisele Bündchen.
Pero de lunes a viernes tengo la oportunidad de vivir en un México marginalmente deprimente.Voy a esos cerros plagados de casitas grises. La vida allá es dura muy dura, ahí cosas que me parecían tan abstractas como "la descomposición del tejido social" se vuelven tristemente concretas. La pobreza de nuestra ciudad no es bonita como la de "Pepe el Toro", es caótica y estresante no importa que le tomemos fotos con Instagram, la pobreza no tiene ningún encanto ni folklor.
Ya no me es nada sencillo juzgar a las personas porque es un poco más fácil comprender porqué votan por el que les regala una tarjeta de Soriana o porqué viven a través de las ilusiones de la televisión o porqué toman refresco y comen puras fritangas. Si ellos tuvieran la posibilidad de elegir, también comerían fruta orgánica, tomarían mucha agua, harían ejercicio, se acostarían temprano, leerían mucho, serían microempresarios emprendedores; los adolescentes también serían campeones en fútbol americano estudiarían en el Tec hablarían inglés, alemán y francés, irían a misiones, y hasta irían a las marchas a quejarse porque las cosas no salieron como ellos esperaban, serían tan caprichosos como yo.
Me deprimo y me asusto con lo que a veces veo y escucho, pero por lo menos yo tengo la oportunidad de regresar a mi casita y no preocuparme por las cosas que doy por sentadas, esas mismas que para muchos son lujos.